Que sí, que hay que expandir el fútbol por doquier y darle la oportunidad a otros países para acoger esta gran fiesta del deporte. Que así le ayudamos a potenciar el país y no se qué recórcholis más suena para justificar la votación. Pues oye, que no me había enterado yo hasta ahora que Rusia i Qatar eran países tercermundistas a las que se le tenía que dar un empujoncito por el estilo.
Y yo que creo que todo esto es cosa de la edad… Esos hinchados hombres trajeados, con sus mínimo cuarenta y diez como diría el maestro de Úbeda, que han escogido dos sedes con infraestructuras ínfimas o inexistentes y que les han colgado un reto en la pechera. Una carrera a contrarreloj para levantar de la nada lo mínimo que se necesita para organizar un Mundial, unos cuantos de estadios con su césped, sus butacas y ese rollo insignificante, ya saben. Nada, cosa de dos días. Así, estos pingüinos de Suiza podrán pasear su trasero por Rusia y Qatar, echarle una ojeada a las obras cual jubilado de turno, fumarse un puro tras una excitada sobremesa y hablar de negocios, mujeres, y de lo acertados que estuvieron al escoger estas dos potencias que le salen los petrodólares por el orto.
Así que nada, decirles que lo saboreen bien porque los españoles y nuestros vecinos los portugueses nos quedamos con el jamón, el exquisito cartel marítimo de nuestras aguas, con los olés, con el sol y nuestras noches. Se nos acusó de comprar votos, pero lo cierto es que ni el dinero ni la riqueza no inquietan ni levantan pasiones en el seno de la FIFA y por eso nos hemos quedado sin Mundial. ¿Es así, no?